Domingo 20 de noviembre de 2011
Jesucristo Rey del Universo
Ezequiel 34,11-12.15-17: Yo mismo buscaré a mis ovejas.
Salmo responsorial 22: El Señor es mi pastor; nada me falta
1 Corintios 15,20-26.28: Y así Dios será todo para todos
Mateo 25,31-46: ¿Cuándo te vimos hambriento, sediento, emigrante, enfermo?
El contrasentido más grave de la historia humana quizá sea el haber convertido a Jesús, rey desde la cruz, en un rey a la manera de este mundo, haciéndole funcionar como resorte contra los moros, los indios paganos y los revolucionarios liberales o comunistas. Quizá sea éste el mayor pecado. En nombre de Cristo se puede morir, pero no se pueden justificar los crímenes. En el reino de Dios no cabe imposición ni odio ni, por tanto, victoria del hombre sobre el hombre. En las victorias humanas hay vencedores y vencidos; hay siempre imposición de unos sobre otros. En cambio, el reino de Dios es la victoria sobre la opresión y la muerte, y se inaugura con el perdón de Jesús desde la cruz: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen".
Es probable que nos preguntemos qué tiene que ver el evangelio de hoy, que hace prevalecer el amor a la hora del juicio, con la fiesta de Cristo Rey. Sin embargo, define cómo es el Reino de Dios y cómo se entra en él: "venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino". Lo que pasa es que nos cuesta entender que no es el poder el lugar de encuentro con Dios, sino que Dios se manifiesta en el semejante que llora, sufre, trabaja... Si olvidamos esta verdad tan elemental, corremos el riesgo de tomar las armas para defender la civilización cristiana como si ésta fuera ya el Reino de Dios, cuando en realidad, es un orden social muy causa de la justicia discutible. A nuestro alrededor hay gente que tiene hambre, que está desnuda y que es perseguida por Cristo. Nuestro mundo no es, pues, el reino inaugurado por él, donde el sediento bebe, el hambriento se sacia, el preso rompe sus cadenas y el hombre se esfuerza por reconocer a los demás como hermanos.
Con la colaboración de MERCABA